SER O NO SER “NORMAL”

El apasionante desafío de movernos de lo que nos iguala.

Llega la temporada de las películas navideñas. Y desde el gorro lanudo de Papá Noel, hasta el turrón de almendras acompañado de grapa te dicen a gritos que donde nacieron esas costumbres ¡hace frío! ¿Por qué en Latinoamérica insistimos en festejar la Navidad con platos super calóricos, como si estuviésemos en el Polo Norte, conviviendo con Santa y los renos?

Te voy a decir por qué. Porque estamos acostumbrados a ir con la corriente, a no romper el molde, a adecuarnos a la “normalidad”. Y ese un concepto del que tenemos que desprendernos si queremos brillar y llegar a nuestra mejor versión. Esta vez la Navidad me sirvió de ejemplo… pero va mucho más allá.

Te propongo que termines el año de un modo distinto, sin moverte con todos, haciendo tu propio camino. En lugar de llegar tímido, dejá huella. Y si un mes tan cargado de festejos puede hacerte sentir “el raro” por estar en un proceso de cambio de hábitos… ¡pensalo al revés! ¿Por qué no ser un motor de cambio para todo el resto?

Te dejo de regalo este fragmento de mi libro Método #MarchettiRules®, la actitud para aprender a nutrirte y comer lo que quieras, en donde mandamos la “normalidad” al banquillo.

Inspirate y salí de la matriz.  

¿Qué es “lo normal”?

Otro de los conceptos que siento estrechamente vinculado a la nutrición es el de normalidad. Y uno de los filósofos que mejor lo analizó fue el francés Michel Foucault, quien en muchas ocasiones retomó interrogantes de Nietzsche y los reformuló con una mirada más empapada del siglo XX. 

Él planteaba la normalidad como un tipo de construcción diseñada para el dominio; como una herramienta necesaria para los mecanismos de control, para los poderes de turno. Un argumento brillante que sigue vigente en la actualidad. 

¿Te pasó de llegar a una reunión con amigos, con tu ensalada bajo el brazo, y que te miren como el raro que come sano? ¿O que te consideren el aburrido del grupo porque no tomás alcohol? 

Dejame decirte algo: esa “anormalidad” y el hecho de que la juzguen, de que te la hagan notar, es la forma que tienen de reafirmar su “normalidad”, de sentirse a resguardo, de estar bajo los cánones preestablecidos. Vos, en cambio, estás trabajando en tu propia identidad, te estás despegando del control social, cultural y económico que insiste en emparejarnos. 

     Por eso es tan importante ir hacia atrás y entender que estas medias verdades no nacieron hoy, que desde siempre se dividió a las masas en “normales” y “anormales”. En otros tiempos, fue para adoctrinar a las sociedades; en la actualidad, para decirte qué necesitás y en dónde conseguirlo. Bendito capitalismo. 

(…) En mi consultorio, la primera charla es casi idéntica en todos los casos; la gente busca estar dentro de los parámetros normales (¿?), sentirse más saludable, mejorar el cuerpo, recuperar energía… y hacerlo a partir de dos o tres consejos universales: no comer fritos, abandonar los dulces y tomar dos litros de agua por día. Porque eso es lo que escucharon, eso es lo normal, lo deseable.

Nunca, jamás, todas las personas pueden precisar lo mismo. Los mismos nutrientes, la misma carga calórica, las mismas motivaciones, el mismo tipo de organización horaria de las comidas, el mismo tiempo de escucha en la consulta. Y está en nosotros empezar a romper esos paradigmas, en marcar la diferencia y en dar un mensaje alineado con lo que deseamos como individuos.